lunes, 5 de marzo de 2012

La entrega

      Parece un gigante antiguo, una estatua bombardeada y mal reconstruida, con salientes que no encajan con el modelo original. Sus mofletes morados dan la impresión de estar a punto de estallar, en cualquier momento sus interlocutores quedarán manchados de la sangre negra que desprenda la onda expansiva. Como preámbulo o aviso, suelta pequeños proyectiles de saliva, toda su prosa es un escupitajo permanente y nauseabundo. Sí, produce asco, quizá es esa su característica primordial. No se entiende cómo un individuo así ha logrado revalidar la mayoría absoluta en cuatro mandatos consecutivos. El pueblo no se equivoca, decía la canción. O sí, piensa Norberto Valín mientras estrecha la mano del señor alcalde del Excelentísimo Ayuntamiento de El Cúbico de los Molares.
      -Enhorabuena, querido amigo, mi más cordial felicitación -proclama el munícipe, con una sonrisa que resalta las asimetrías y los excesos de su rostro.
      -Muchas gracias -responde Valín, un poco emocionado, también avergonzado de sentir emoción, también incómodo de sentir vergüenza, también cansado de sentir incomodidad.
      -Antes de nada, le confesaré una cosa -sigue el alcalde-, para que nadie se sorprenda ni se escandalice: yo soy un bruto, querido amigo, un asno total. Los vecinos me votan porque las alcantarillas funcionan y tenemos aceras por las que caminar. Pero en otros aspectos de la vida soy un absoluto ignorante, lo reconozco. Así que no voy a fingir ante usted: ni leo poesía ni me gusta ni sé cuáles son sus méritos. Lo que no quiere decir que los ponga en duda, al contrario, mi confianza en el jurado es plena y estoy seguro de que si está usted aquí es porque merece el honor, el cheque y el diploma conmemorativo que le entregaré dentro de unos minutos.
      Valín duda antes de responder. Puede irse por los cerros retóricos y anunciar que la poesía es un eterno misterio, no solo para los alcaldes sino para el común de la ciudadanía; o puede agradecer la entereza del regidor y proponerle algunas lecturas iniciáticas, ya se sabe, esas que le gustan a todo el mundo, un poquito de Machado, algunas cosillas convenientemente seleccionadas de Bécquer o Quevedo, sin desdeñar por ello lo contemporáneo. ¿Acaso no le gusta Benedetti a todo el mundo, sin ir más lejos? ¿No son bonitos y fáciles de entender aquellos versos suyos de la táctica y la estrategia y del leñador y los árboles? Sucede, como casi siempre, que la duda se prolonga más de la cuenta y todavía Norberto no ha abierto la boca. Mientras tanto, el salón de plenos se ha ido llenando de concejales, una docena de jubilados ociosos y un par de fotógrafos. La prensa provincial suele ser muy generosa con los acontecimientos culturales.
      -En fin, querido amigo, vayamos tomando asiento. Tengo entendido que trabaja usted en el Ateneo Liberal, ¿es cierto?
      -Así es.
      -Entonces, si es tan amable, haga llegar mis saludos al presidente, el señor Fernández. Hace años que nos une una sólida enemistad. Me ha llamado fascista más de una vez y yo considero que él es un ejemplo perfecto de parásito social, el típico subvencionado faltón... En fin, no me haga caso. Hoy estamos aquí por un motivo jubiloso. Mire, le presento a Leticia, nuestra Concejala de Cultura y Deportes. ¿A que es una preciosidad?