lunes, 12 de marzo de 2012

La hipnosis

      ¿Quién se lo iba a decir? Tantos años escribiendo, buscando la rima turbia y la sonoridad exacta, tantas veces agitando la cabeza ante el espejo para conseguir que por fin salgan de ella todas las prosas del día a día, los recibos de la luz, las siete de la mañana, el tránsito intestinal y la parálisis ciudadana, tantos esfuerzos para trascender a un espacio más sublime y ser solo poeta, definitivamente poeta, ontológicamente poeta, y de pronto llega una concejala y Norberto Valín entra en éxtasis, como si nunca antes hubiera estado ante una manifestación tan perfecta y acabada de la esencia femenina. Ahora sí, piensa Valín, ahora puede decir que se siente digno del premio que le van a entregar y de muchos otros que vendrán después. Ahora sabe que las generaciones futuras, esas que aún aguardan en los descampados para ser engendradas, conocerán de memoria sus versos y los recitarán en las fiestas escolares. Ahora se da cuenta de que todo lo anterior ha sido ensayo para este momento glorioso. Y ahora siente un nerviosismo fiero cuando Leticia se le acerca risueña y le da dos besos, uno en cada mejilla, con absoluta y municipal sonrisa.
      -Enhorabuena, de verdad, me ha encantado. Sabes que las bases del premio me impiden votar, pero te aseguro que me he tenido que morder la lengua para no intervenir en las deliberaciones del jurado. Yo tuve clarísimo desde la primera votación que el mejor poemario era el tuyo, tan fresco, tan original, tan urbano. Había otros que no estaban mal, claro, demasiado costumbristas y previsibles para mi gusto, bien escritos, con cierta habilidad formal, pero tampoco se trata de repetir siempre lo mismo, ¿no crees? Oye, pero ven conmigo, siéntate, podemos esperar aquí mientras el alcalde soluciona unos asuntillos y van llegando los invitados. Cuéntame, cuéntame, estoy deseando saber cosas de ti, ¿has publicado más libros? Que sepas que nosotros vamos a hacer todo lo posible para que salga una edición bien hermosa. Te consultaremos sobre las ilustraciones, eso dalo por hecho, y haremos llegar ejemplares a todas las bibliotecas de la provincia.
      Vista de cerca, la concejala parece un torbellino de felicidad. Sus cabellos son dorados, aunque el color de las cejas conserva un negro feroz y telúrico. La nariz, pequeña y sinuosa, no quiere restar protagonismo a unos labios rotundos, prometedores. Más que ninguna otra cosa, llama la atención de Valín la perfección dental, la cordialidad explosiva, los círculos que dibuja en el aire con su mano derecha la representante del ayuntamiento, los movimientos de tórax, tan enérgicos y decididos que cualquier ciudadano censado en El Cúbico de los Molares tiene por fuerza que sentirse optimista.
      -Te diré que, ahora que te conozco, no voy a permitir que te escapes tan fácilmente. Me gustaría proponerte que colaboraras con nosotros. Somos un municipio pequeño, pero tenemos grandes proyectos culturales para el futuro. Nos gustaría organizar una semana internacional de literatura contemporánea y esperamos que nos ayudes con el programa. Te parecerá un atraco a mano armada, pero no siempre tiene una la ocasión de estar en compañía de un poeta tan excelente. Oye, seguro que nos puedes ayudar a traer a Javier Marías, seguro que lo conoces personalmente y todo. ¿Crees que le interesaría venir a dar una conferencia?
      -Trataré de convencerlo -responde Valín, enamorado, quebradizo e infiel.