lunes, 23 de enero de 2012

El proyecto

      Con lengua de cartón y cerebro lento, así habla Norberto Valín, asombrado del mal sabor que invade su paladar y estupefacto ante el interés que camarero y presidente muestran por su nueva misión. De haberlo presentido, habría puesto más atención a las explicaciones del padre de Margarita. Ahora, la verdad sea dicha, no recuerda más que una sucesión de rumores ypalabras inconexas, también una temperatura corporal muy agradable, propicia a los bostezos y la siesta, molesta cuando uno debe mantenerse en estado de alerta.
      -Te aburres, no puedes disimularlo, tus ojos te delatan -había afirmado el patriarca, con una sonrisa tan fría que ni siquiera se podía calificar de falsa.
      -No, en absoluto, estoy tal vez un poco cansado, pero me interesa mucho la conversación: hablaba usted de dedicar el año que viene al estudio y la difusión de la figura de Dimas, el Buen Ladrón -repuso o quiso reponer Valín.
      -Qué escándalo -comenta el presidente del Ateneo cuando el auxiliar Norberto le refiere la conversación-, qué vileza. Y no lo digo por la ridícula idea de homenajear a un personaje bíblico sobre el que casi no hay información, sino por el servilismo atroz que muestra usted con todos los representantes de ese club privado fundado por San Pedro.
      -En fin, qué quiere que le haga: es el padre de mi novia, yo me encontraba en sus dominios, soy fácilmente impresionable... Como usted sabe, cuando salgo de la zona poética, todo se me vuelve sísmico y turbio, es fácil convencerme para casi cualquier cosa -se justifica Valín con los pulgares trazando circunferencias en la sienes-. Y esto no es cualquier cosa. Repare usted en que, si la empresa sale bien, mi rostro habrá servido de modelo para una creación artística de primer orden.
       -Ajá, la inmortalidad, Valín, esa es la cuestión. Ahí han asomado, no tan tímidamente como hubiéramos deseado, los vanidosos ojos de la autocomplacencia. Usted se presta a una mascarada nauseabunda con la esperanza de que el escultor sea hábil y capte la difícil esencia de su rostro. No, a usted no le importa lo más mínimo lo que hizo o dijo el Buen Ladrón. Llegados a este punto, hace ya tiempo que abandonó el gusto por la Historia en cuanto disciplina científica. Lo único que le importa ahora es su gloria particular. Como ve que la producción de versos no satisface sus ansias de vanidad y riqueza, se deja convencer por su concubina y acepta posar, desnudo si es menester, para esa nueva talla policromada de la que muchas tertulias ciudadanas hablan desde hace meses. Y no parece interesarle lo más mínimo el dato que le voy a dar a continuación:. en los evangelios, esos que la mayoría de los habitantes de esta ciudad proclaman como verdaderos, sin que ello quiera decir que se tomen la molestia de leerlos, no se cita ni una sola vez al tal Dimas. Hágame caso, Norberto, en la representación que está a punto de protagonizar, le ha tocado un papel falso, una estafa histórica, un despropósito más del oscurantismo eclesiástico.
       -Con su permiso, D. José -responde el aludido-, no voy a hacer otra cosa que permitir que se inspiren en mi cuerpo para dar verosimilitud al hombre que agoniza a la derecha de Jesús Cristo.
       -A mí me parece admirable -interviene Urbano, con tanto entusiasmo que la taza que limpiaba se resbala de sus manos y cae al suelo, donde se convierte en una alegre algarabía de irrecuperables añicos.